Diana Chávez Cruz, ’24
Chávez y yo
La otra, Chávez, es a la que le pasan cosas. Camino por Washington, D.C. para observar los hermosos cerezos en flor; tengo noticias de Chávez por mensaje de texto y veo que ella no trama nada bueno. Me gustan las películas de Marvel, Baby Yoda, ir de compras y a los parques de diversiones, el sabor de pho y las películas animadas. La otra comparte esas preferencias, pero de una manera vanidosa que las convierte en atributos de un actor. Sería una exageración decir que nuestra relación es antagónica; Vivo, me dejo vivir, para que Chávez pueda tejer su trama y esa trama me justifique. No me cuesta nada confesar que ella ha logrado ciertos logros que yo lamentablemente no podré alcanzar. Estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo un momento de mí podrá sobrevivir en la otra. Poco a poco le voy dando todo, aunque soy consciente de su perversa manía de falsear y magnificar. De Beauvoir entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra quiere eternamente ser piedra y la tortuga una tortuga. Tengo que quedarme con Chávez, no conmigo mismo (si es que soy alguien), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o en el laborioso rasgueo de un ukelele. Hace años traté de deshacerme de ella y pasé de las etapas de la depresión a los juegos con el tiempo y el infinito, pero esos juegos son de Chávez, y ahora tendré que pensar en otras cosas. Entonces mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo se olvida, o la otra.
No sé cual de las dos escribe esta página.
Chávez y yo
La otra, Chávez, es a la que le pasan cosas. Camino por Washington, D.C. para observar los hermosos cerezos en flor; tengo noticias de Chávez por mensaje de texto y veo que ella no trama nada bueno. Me gustan las películas de Marvel, Baby Yoda, ir de compras y a los parques de diversiones, el sabor de pho y las películas animadas. La otra comparte esas preferencias, pero de una manera vanidosa que las convierte en atributos de un actor. Sería una exageración decir que nuestra relación es antagónica; Vivo, me dejo vivir, para que Chávez pueda tejer su trama y esa trama me justifique. No me cuesta nada confesar que ella ha logrado ciertos logros que yo lamentablemente no podré alcanzar. Estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo un momento de mí podrá sobrevivir en la otra. Poco a poco le voy dando todo, aunque soy consciente de su perversa manía de falsear y magnificar. De Beauvoir entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra quiere eternamente ser piedra y la tortuga una tortuga. Tengo que quedarme con Chávez, no conmigo mismo (si es que soy alguien), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o en el laborioso rasgueo de un ukelele. Hace años traté de deshacerme de ella y pasé de las etapas de la depresión a los juegos con el tiempo y el infinito, pero esos juegos son de Chávez, y ahora tendré que pensar en otras cosas. Entonces mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo se olvida, o la otra.
No sé cual de las dos escribe esta página.