Amy Inestroza, ’25
Mi elemento
—Estuvo difícil, ¿eh? —preguntó el reportero.
Ella mira hacia atrás y ve a su papá cansado.
—¡Apúrate que ya quiero llegar!
—¡Ya voy Jovana!, vos sabes lo de mi pierna.
Jovana y su papá continuaron subiendo la montaña hasta que por fin llegaron a la cancha. Corrió a sentarse en las gradas. Minutos después, llega su papá con un fresco y unos churros.
—Gracias, papi, sos el mejor.
—De nada, mi hija. Mira el número ocho, tiene buena técnica.
La niña, mi mamá, sonríe. Abuelo tuvo la oportunidad de jugar en un equipo profesional pero un coágulo de sangre en su pierna derecha lo dejó descapacitado. Tengo un lunar en el mismo lugar donde mi abuelo tenía su coágulo. Antes de empezar un partido, me toco el lunar y siento el poder de mi abuelo. Hoy no me toqué el lunar y perdimos.
—Sí, era difícil, pero jugamos bien.
Mi elemento
—Estuvo difícil, ¿eh? —preguntó el reportero.
Ella mira hacia atrás y ve a su papá cansado.
—¡Apúrate que ya quiero llegar!
—¡Ya voy Jovana!, vos sabes lo de mi pierna.
Jovana y su papá continuaron subiendo la montaña hasta que por fin llegaron a la cancha. Corrió a sentarse en las gradas. Minutos después, llega su papá con un fresco y unos churros.
—Gracias, papi, sos el mejor.
—De nada, mi hija. Mira el número ocho, tiene buena técnica.
La niña, mi mamá, sonríe. Abuelo tuvo la oportunidad de jugar en un equipo profesional pero un coágulo de sangre en su pierna derecha lo dejó descapacitado. Tengo un lunar en el mismo lugar donde mi abuelo tenía su coágulo. Antes de empezar un partido, me toco el lunar y siento el poder de mi abuelo. Hoy no me toqué el lunar y perdimos.
—Sí, era difícil, pero jugamos bien.