No es lo mismo
1999: Tú y mamá estabáis extasiados esperando mi llegada. A través de los años, pasamos cada minuto juntos, yo, el bebé de la familia y la única hija que aún quedaba en casa. Cuando era niña, íbamos al parque, donde todos teníamos sonrisas tan grandes como el sol. Este es mi último recuerdo de lo que pensé que era una familia normal.
Las risas y las sonrisas se desvanecieron cuando mis hermanas y yo crecimos. La noticia del divorcio no fue una sorpresa, pero aún sentimos el duro golpe de un corazón destrozado. Fue extraño despertarme sin toda mi familia bajo el mismo techo. Ahora los mensajes de texto que recibo todas las noches y que dicen “Buenas noches. Te amo.” no son iguales al sonido de tu voz cuando estabas en casa a la hora de acostarme.
Bailey Holman, ’22
1999: Tú y mamá estabáis extasiados esperando mi llegada. A través de los años, pasamos cada minuto juntos, yo, el bebé de la familia y la única hija que aún quedaba en casa. Cuando era niña, íbamos al parque, donde todos teníamos sonrisas tan grandes como el sol. Este es mi último recuerdo de lo que pensé que era una familia normal.
Las risas y las sonrisas se desvanecieron cuando mis hermanas y yo crecimos. La noticia del divorcio no fue una sorpresa, pero aún sentimos el duro golpe de un corazón destrozado. Fue extraño despertarme sin toda mi familia bajo el mismo techo. Ahora los mensajes de texto que recibo todas las noches y que dicen “Buenas noches. Te amo.” no son iguales al sonido de tu voz cuando estabas en casa a la hora de acostarme.