Paola Cadena, Spanish
Caso de música y silencio
No sé muy bien cómo se llama esa sombra
pero supongo que es bailarina
porque se mueve como una ausencia y tiene luz,
eso es:
una ausencia sonora, una penumbra desnuda,
el vaivén de la música como un temblor de Dios,
la sospecha de una escena que sólo existió en mis ojos,
pero existió,
lo juro.
Y vi salir la vida toda desde mi alfombra
como un muerto que se levanta a besar sus flores.
No tengo un cementerio en este cuarto
pero la vida, como un difunto, se puso en pie
y ya no supe yo cómo nombrarla.
Esta mujer desnuda que soy, sobre mi cama,
soledad de un respiro hecho tabaco
y la música, que se hundió en el aire y en la lluvia
para mojarse, para ser canción húmeda y lejana
fue ese el acontecimiento.
Nada más trascendente que una rutina sola,
esas cosas que pasan cuando el mundo se olvida
y la sangre se vuelve líquido trasparente
y los navíos de Dios, que tampoco se llama Dios, colonizan los ojos.
Esas cosas que pasan y que no puedo decir,
no sé cómo se llaman,
nada de esto que escribo se les parece,
es eso, ¡eso que está ahí!
un bombillo apagado, una canción,
una noche sin destino ni convidados,
este fuego en el pecho como una verdad,
algo mío.
Sólo quise decir que la música está en el aire,
como Dios,
que Cohen canta y en su voz
hay un color y un sudor tibio.
Un pez mujer no tiene senos,
puede ser que los lleve en su alma
y le alcancen sólo para amamantar nostalgias,
como la nostalgia de ya no verte al salir del lago,
por ejemplo.
No tiene senos la pez mujer,
pero en algún lugar de la vida los sentirá.
Yo tengo dos,
pero no sé nadar como Magnolia
ni aprendí a mirar la muerte de esa forma,
tan altiva aunque sin aire,
casi sin temor,
sin morir más que un poco
como quien se entrega a Dios y se arrepiente.
Yo saqué a Magnolia de ese lago
y me asustó su estar viva
y me pregunté por qué ella
y de dónde esta certeza de que se llama Magnolia,
como si la hubieras bautizado en el azul de tus ojos
y esta parte mía que es mujer
se hubiera cedido a su existencia
y el amor de pez y de Paola
se entregara en uno sólo a tus manos
y a ese lago movedizo que llevas en el vientre.
Ella era una pez amarilla,
no como el sol,
sino con ese amarillo de la lluvia
disuelto en el asfalto.
Yo era una mujer silenciosa,
no como la nada,
sino con ese silencio de mariposas y ojos
que repentinamente alumbran los labios.
Pez y mujer
te miraron por un hueco del día,
te escucharon en el agua,
se quedaron en tu voz.
Caso de música y silencio
No sé muy bien cómo se llama esa sombra
pero supongo que es bailarina
porque se mueve como una ausencia y tiene luz,
eso es:
una ausencia sonora, una penumbra desnuda,
el vaivén de la música como un temblor de Dios,
la sospecha de una escena que sólo existió en mis ojos,
pero existió,
lo juro.
Y vi salir la vida toda desde mi alfombra
como un muerto que se levanta a besar sus flores.
No tengo un cementerio en este cuarto
pero la vida, como un difunto, se puso en pie
y ya no supe yo cómo nombrarla.
Esta mujer desnuda que soy, sobre mi cama,
soledad de un respiro hecho tabaco
y la música, que se hundió en el aire y en la lluvia
para mojarse, para ser canción húmeda y lejana
fue ese el acontecimiento.
Nada más trascendente que una rutina sola,
esas cosas que pasan cuando el mundo se olvida
y la sangre se vuelve líquido trasparente
y los navíos de Dios, que tampoco se llama Dios, colonizan los ojos.
Esas cosas que pasan y que no puedo decir,
no sé cómo se llaman,
nada de esto que escribo se les parece,
es eso, ¡eso que está ahí!
un bombillo apagado, una canción,
una noche sin destino ni convidados,
este fuego en el pecho como una verdad,
algo mío.
Sólo quise decir que la música está en el aire,
como Dios,
que Cohen canta y en su voz
hay un color y un sudor tibio.
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Magnolia
Magnolia
Un pez mujer no tiene senos,
puede ser que los lleve en su alma
y le alcancen sólo para amamantar nostalgias,
como la nostalgia de ya no verte al salir del lago,
por ejemplo.
No tiene senos la pez mujer,
pero en algún lugar de la vida los sentirá.
Yo tengo dos,
pero no sé nadar como Magnolia
ni aprendí a mirar la muerte de esa forma,
tan altiva aunque sin aire,
casi sin temor,
sin morir más que un poco
como quien se entrega a Dios y se arrepiente.
Yo saqué a Magnolia de ese lago
y me asustó su estar viva
y me pregunté por qué ella
y de dónde esta certeza de que se llama Magnolia,
como si la hubieras bautizado en el azul de tus ojos
y esta parte mía que es mujer
se hubiera cedido a su existencia
y el amor de pez y de Paola
se entregara en uno sólo a tus manos
y a ese lago movedizo que llevas en el vientre.
Ella era una pez amarilla,
no como el sol,
sino con ese amarillo de la lluvia
disuelto en el asfalto.
Yo era una mujer silenciosa,
no como la nada,
sino con ese silencio de mariposas y ojos
que repentinamente alumbran los labios.
Pez y mujer
te miraron por un hueco del día,
te escucharon en el agua,
se quedaron en tu voz.