Daniella Santamarina, ’24
La luna y el sol
La luna nunca había brillado tanto como la noche que Kinich vio a Ixchel por primera vez. Kinich estaba caminando por las calles del pueblo cuando la luz de la luna se metió en sus ojos y se tropezó y botó su dinero. Ixchel vio las monedas brillando en el suelo. Las recogió y se las devolvió a Kinich.
—Nunca he visto una mujer más bella que la luna.
—Nadie me ha dicho nada tan hermoso— dijo Ixchel.
Se enamoraron y no podían imaginar un día separados, pero el amor no es tan fácil. Kinich y Ixchel vienen de diferentes comunidades que se odian. No era posible que estuvieran juntos.
—Kinich, no puedo vivir sin ti. ¿Qué vamos a hacer?
—Tengo una idea.
Kinich mandó parte de su alma al sol y el de Ixchel a la luna. Cada día, Kinich mirará a Ixchel y cada noche Ixchel mirará a Kinich. Estarán juntos siempre.
La luna y el sol
La luna nunca había brillado tanto como la noche que Kinich vio a Ixchel por primera vez. Kinich estaba caminando por las calles del pueblo cuando la luz de la luna se metió en sus ojos y se tropezó y botó su dinero. Ixchel vio las monedas brillando en el suelo. Las recogió y se las devolvió a Kinich.
—Nunca he visto una mujer más bella que la luna.
—Nadie me ha dicho nada tan hermoso— dijo Ixchel.
Se enamoraron y no podían imaginar un día separados, pero el amor no es tan fácil. Kinich y Ixchel vienen de diferentes comunidades que se odian. No era posible que estuvieran juntos.
—Kinich, no puedo vivir sin ti. ¿Qué vamos a hacer?
—Tengo una idea.
Kinich mandó parte de su alma al sol y el de Ixchel a la luna. Cada día, Kinich mirará a Ixchel y cada noche Ixchel mirará a Kinich. Estarán juntos siempre.