Máximo Lockhart-Kraner, ’24
La vida cotidiana
La vida cotidiana se caracteriza de manera diferente para cada persona. Pero Gustavo vivió una vida especialmente repetitivo. Cada día se levantaba a las once de la mañana y por la pereza nunca comía desayuno. Después, se duchaba y a regañadientes se metía en su coche y manejaba a su trabajo. Allí se sentaba en su cubículo y recibía llamadas sobre las mesas que su compañía vendía. Cada día, de las dos de la tarde hasta las diez de la noche. Y cada día, una mujer le gritaba por el teléfono porque estaba haciendo algo cuando Gustavo le llamaba. Y un hombre hablaba con él irrespetuosamente porque él también estaba estresado con su trabajo. Cada día regresaba a su casa, donde nadie estaba esperándolo, menos su pez. Miraba televisión, pero no prestaba atención, perdido en sus pensamientos y su tequila con limón. Se dormía en su silla y se levantaba a las once de la mañana.
La vida cotidiana
La vida cotidiana se caracteriza de manera diferente para cada persona. Pero Gustavo vivió una vida especialmente repetitivo. Cada día se levantaba a las once de la mañana y por la pereza nunca comía desayuno. Después, se duchaba y a regañadientes se metía en su coche y manejaba a su trabajo. Allí se sentaba en su cubículo y recibía llamadas sobre las mesas que su compañía vendía. Cada día, de las dos de la tarde hasta las diez de la noche. Y cada día, una mujer le gritaba por el teléfono porque estaba haciendo algo cuando Gustavo le llamaba. Y un hombre hablaba con él irrespetuosamente porque él también estaba estresado con su trabajo. Cada día regresaba a su casa, donde nadie estaba esperándolo, menos su pez. Miraba televisión, pero no prestaba atención, perdido en sus pensamientos y su tequila con limón. Se dormía en su silla y se levantaba a las once de la mañana.